miércoles, 15 de diciembre de 2010

Reflexionando

Una tarde llena de lágrimas, tuyas y mías. Nos hacemos daño.
Después risas y lágrimas, las primeras tuyas y las segundas mías. Tus amigos te hacen reir, yo no tengo amigos.
Más tarde llega la calma; no sonrío, pero dejo de llorar; aunque tú te inquietas. Esta vez un amigo me tranquiliza, pero tus amigos ya se han ido.
Paseamos juntos, dudamos, hacemos cosas sin saber por qué, unas buenas y otras malas, nos sentimos confusos y perdidos...

Entonces llega la sonrisa de ambos, estúpidos, locos y ciegos. Estúpidos por hacernos daño. Locos por no consolarnos a tiempo. Ciegos, porque ni siquiera habíamos visto al gran amigo que nos agarraba de la mano mientras paseábamos camino de la estación.


(¿Es esto una entrada feliz? ¿Una entrada triste? Termina bien, pero... ¿Realmente termina bien? Ni siquiera lo sé... Ni siquiera sé cómo me siento... Ni siquiera sé cómo debo sentirme...)

No hay comentarios: