martes, 11 de octubre de 2011

Las últimas palabras

Cuando fueron conscientes de que, inevitablemente, iban a morir, decenas de personas en las Torres Gemelas o en el United 93 o incluso en el Pentágono, tomaron sus móviles por última vez el 11 de septiembre de 2001 para poder decir adiós.
¿Sabíais que todas, absolutamente todas esas llamadas, sólo hablaban de amor?

Nadie aprovechó para hacer un último testamento, para hablar de propiedades, de trabajo, ni de dinero. Nadie habló de rencores, ni se desvelaron inconfesables secretos. Nadie llamó para hablar sobre qué se pudo hacer y no se hizo en el pasado, ni sobre arrepentimientos, infidelidades, amigos, equipos de fútbol, carreras universitarias, familia, ni parientes.
Sólo se explicó lo que estaba pasando ("cariño, estoy en la planta 32, los bomberos no van a llegar a tiempo, hace mucho calor") y luego se hablaba de amor.

La frase más veces repetida en esas decenas de llamadas fue "te quiero." Las llamadas fueron hechas en la inmensa mayoría al amor con quien compartían sus vidas aquellas personas que iban a morir: sus novios, maridos, esposas, amantes o incluso relaciones menos estables. Algunas últimas llamadas fueron hechas a madres o a padres. Y las más duras y difíciles de soportar, fueron llamadas de despedida a un hijo o una hija.

Pero todas fueron llamadas emotivas, cariñosas, en donde quien llamaba expresaba lo que sentía por aquella persona que había elegido como último interlocutor. Ni siquiera había llantos desesperados, supongo que porque una vez que asumes que no puedes evitar que las cosas sucedan, sólo das prioridad a lo verdaderamente importante.

Ésto me hace reflexionar sobre el sentido de la vida. No deberíamos dejar que los contratiempos ensombrecieran aquello que de verdad es importante. No deberíamos esperar tanto para decir "te quiero", ni esperar a que algo terrible suceda para que en los últimos momentos de nuestras vidas todo pase, todo se olvide, y lo único que quede es un poderoso y hermoso sentimiento de amor. Especialmente, porque rara es la ocasión en la que, como aquel 11 de septiembre, la vida te proporciona esos últimos minutos. Por desgracia, la muerte es algo que, cada vez con más frecuencia, llega sin avisar.

Y en cualquier caso, ¿por qué deberíamos esperar hasta el final? La magia del amor es precisamente la de disfrutar del viaje, retrasando cuanto sea posible la llegada a la meta; porque mientras más dure el camino, más tiempo podrás compartirlo con esa persona.

Por eso, aquí y ahora, quiero dejar que todo pase, que todo se olvide.
Quiero dejar que este enorme y arrollador sentimiento me invada.
Quiero gritárselo al mundo. Gritarlo bien fuerte.

Te amo

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