martes, 18 de octubre de 2011

Has sido lo mejor de mi día. Pero serás lo mejor de mi vida.

El reloj de la estación marca aproximadamente las 9'37 de la mañana. Vuelvo a marcar tu número, pero continúa desconectado. Bostezo, pero es normal. Al igual que probablemente te haya pasado a ti, no he dormido esta noche. Aunque por supuesto no te lo diré, al menos no hoy. Yo soy la única culpable de haber pasado la noche en vela, y ya de paso, de que la hayas pasado tú tambien. Así que no tengo derecho a contarte mis problemas.
Bueno... Tal vez sí tenga derecho. Al fin y al cabo, soy tu novia. Pero no quiero hacerlo. No quiero seguir quejándome y autocompadeciéndome mientras tú lo pasas mal. Ahora te quiero a ti. Quiero hacerte sentir bien. Quiero pasar a tu lado toda la vida. Quiero hacerte sonreir. Quiero que volvamos a ilusionarnos.

A medida que se acercan las 10'00 me voy poniendo más nerviosa e inquieta. Vuelvo a marcar el número (por enésima vez) que, por supuesto, sigue desconectado. "¿Y si se ha marchado ya porque no quería estar en casa?" "¿Y si le pusieron una clase antes y olvidó decírmelo?" "¿Y si tenía que hacer fotocopias y encuadernar algún libro y ha terminado pronto?" Mis ojos no dejan de escudriñar la espalda de cada chaval que cruza el puente en busca de un bulto parecido a tu estuche, pero no puedo ir allí por si bajas en coche, o vienes del centro y entras por la otra puerta. La inquietud me mata, y me siento como el zorro del principito, cuando tras ser domesticado espera impaciente la llegada del principito día tras día.

De pronto, apareces. Surgen las dudas. "¿Es él? ¿Seguro?" Sí, lo eres. Y cuando quiero pararme a pensar en qué voy a decirte, ya es tarde, y me encuentro corriendo escaleras arriba para acabar sumergida entre tus brazos.

¿Lo mejor del día? Todo el tiempo que he pasado a tu lado.
Pero si tengo que ser más concreta, me quedaría con cuatro grandes momentos:

1. rodeándome en el tren para tumbarme sobre tus rodillas, mientras nos reimos juntos.
2. besándome en los labios justo antes de despedirnos.
3. Tu cara de sorpresa y alegría al girarte en la ventanilla de información y encontrarme sonriendo a tu lado.
4. Tu sonrisa al comprobar qué pendientes he decidido ponerme.

¿Sabes qué te digo?
Si mi vida no la llenas tú, no la llena nada (ni nadie).

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