Y Adán comió aquel pedacito de "no sabía qué".
Así fue, señores, y no de otra manera, como Eva le dio a Adán la manzana; se la dio como los novios se dan los bombones cuando nadie les espía; como los recién casados se dan los postres durante la luna de miel; como únicamente podía dársela, para que él -más noble, más sencillo, más respetuoso siempre que ella con las leyes- se decidiese a aceptarla.
En cuanto a las consecuencias, imagino que ya las adivináis.
No bien hubo probado a su vez la manzana, Adán notó dentro de sí la misma variación que había notado Eva y se vio invadido de idéntico sentimiento que a ella le invadiese. Y ahora, al recibir un tercer beso de Eva, Adán no le pregunó ya:
-¿Qué te pasa?
Sino que susurró:
-¡Vida mía!
Y la devolvió mil por uno.
¡Qué día! ¡Ah, qué día y qué noche de entusiasmo recíproco, de delirio, de frenesí!...
Enrique Jardiel Poncela
No hay comentarios:
Publicar un comentario