martes, 16 de agosto de 2011

Ni aún cuando más sola estés, estarás sola.

Se desnudó para entrar en la ducha. Y entonces se vio en el espejo.
Dicen que las mujeres son como las espadas, pues cuando más respeto imponen es cuando están desnudas. Tal vez eso fue lo que le ocurrió. El reflejo la miró a los ojos y le dijo:

"Nunca vuelvas a utilizar la palabra golfa contra mí. No se te ocurra volver a llorar por eso. No vuelvas a arrepentirte de tu pasado. Te equivocaste, estamos de acuerdo; pero decidiste libremente. No permitiste que nadie decidiera por ti, te equivocaste por ti misma, y gracias a eso aprendiste una gran lección. Y tú mejor que nadie sabes que sin esa lección no tendrías a tu lado a un hombre tan maravilloso como él.

Así que me siento orgullosa de ti, y de que seas una mujer libre... ¡Me da igual tu pasado! Sólo me importa tu presente, me importan esas lágrimas, me importa que seas feliz. Gracias a esas decisiones, erróneas, pero que eras libre de tomar, ahora tienes un gran compañero. Así que deja de torturarte, de avergonzarte y de arrepentirte; todos tenemos derecho a equivocarnos, ¿recuerdas? Por eso los lápices tienen goma de borrar.

Mírate, aquí, desnuda. Mira tu cuerpo. Mira tu alma. Mira tu mirada.
Tal vez hayas cometido errores. Pero para mí, eres perfecta."

Entró en la ducha. Aún no sonreía, pero al menos alguien le había dicho lo que necesitaba escuchar: la segunda persona más importante de su vida.

Por eso le gustaba llevar tacones: para no olvidar que caminaba a su lado.

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