viernes, 26 de noviembre de 2010

Y tú sonreirías...

Tomo el relevo en el asiento que ocupabas tú. El de la esquina, como siempre.

(A mí también me gusta más... Pero sé que si no me invitas a compartirlo en tus rodillas es porque te duele la espalda. Y allí tienes dos apoyos, y te duele algo menos. Por eso me siento bien al dejártelo.)

Me siento en el que hasta hace 20 segundos ha sido tu asiento. Ya te has marchado. Me recuesto contra la pared del tren. Está fría. Añoro el calor de tu cuerpo, que hasta hace un momento sostenía mi frente surcada de arrugas.

Ojalá no tuviera ese carácter. Ojalá no me angustiara tan fácilmente. Ojalá la sorpresa hubiera podido ser sorpresa de verdad.
...
Ojalá no estuviera enferma. Así esta tarde iría a buscarte al conservatorio. Te daría la sorpresa que tantas ganas tenía de darte. Y tú sonreirías. Y yo te haría feliz.

Y yo te haría feliz...

Y yo te haría feliz...

Y yo te haría feliz...

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